martes, 27 de julio de 2010

Cosas que no pasan


La última vez que nos vimos, abriste una cajita frente a mi cuerpo destartalado. Mis piernas se aflojaron. Casi me caigo. Una vez más, no me atajaste. Y seguí paradita, empapada por la lluvia que siempre nos envuelve. Dos anillos. Brillantes, desiguales en tamaño. Una vez más, te di mi mano. Mordiste el anillo con la precisión exacta con que alguna vez mordiste mis labios. El frío metal se deslizó junto al calor de tu boca por mi dedo. El mismo que te señaló invisible en cualquier terraza cuando me enamoraste sin saberlo. Me pediste que hiciera lo mismo con tu anillo. Pero no quise. Sabía que era la despedida. Gam ze iaavor. Eso decían.

Eso mismo te seguís diciendo cuando alguna noche te intranquilizan los pensamientos analfabetos que no saben leer anillos. O las ganas nuestras, que de grabado no entienden. O la parte tuya que sabe que lo que nos pasa, nunca sucede. Y las cosas que pasan en el tiempo, no son precisamente aquellas que no suceden. Estas últimas, no paran de crecer.
Esto no va a pasar. No somos de esas cosas que pasan.

Vamos a suceder.

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