lunes, 19 de julio de 2010

Aromas del bosque


Ya limpié hasta las baldosas. Cambié las sábanas en las que anduvimos todo el domingo. Dos veces pasé un trapo con lavandina y procenex. El aroma del bosque de la etiqueta era una promesa de que ibas a salirte de mis pasos por la casa. Un engaño más. Frustrada primero, indignada después, llamé a defensa al consumidor. Y me atendió ella. Después de una charla extensa, por fuera de los protocolos de call center, llegamos a la conclusión de que no fue un engaño. Tu mundo se parece bastante a un bosque: impenetrable, naturalmente sin senderos y con pocos claros de luz. Le pedí disculpas por el malentendido. Ahora te dejo, le dije a la operadora, me voy al chino a comprar un limpia pisos con aroma frutal. Andá tranquila, me dijo, la dulzura como de fruta que sentís en sus besos proviene de tu boca, no da la suya.
Andá, te digo, basta de manzanas rojas para vos.

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