martes, 29 de junio de 2010

Falsas suavidades

Se trata del manejo de las intensidades.
El amor violento.
El amor suave.
La dulzura de un beso húmedo y paciente no es amor.
La desesperación de agarrarte el pelo con toda la mano, y tironearlo, y que entiendas mi deseo, tampoco.
Agarrar para poseer. Soltar para liberarse, flotar.
Es otoño, y las hojas caen como yo te digo que quiero verte andar, viajero.
También hay suavidades verdaderas.
No creas nada de lo que te digo. Tampoco a nuestros cuerpos como termostato de este clima de Melincué, de este ambiente de junio inundado de exhalaciones de humo y sexo.
Ya no hay suspiros tuyos, sino gruñidos nacidos en las gargantas de los que no pueden decir sus sensaciones.
Cuánta mudez! Cómo nos gusta la danza del mimo. Puro tacto e insinuación. No voy a decirte nada, quedate tranquilo, no vaya a ser que algo quede claro. Mejor vivamos el placer de lo oscuro.
Entre verdad o consecuencia, elijo consecuencia.
Después, no me creas nada.

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