jueves, 15 de octubre de 2009

Luz de lluvia

Cuando hay humedad, alta –mucho más que yo- y hay luz de lluvia, es que se crea un filtro entre las cosas y mis ojos. Deben ser las gotitas de agua en el aire, que tiñen la vida de verdes.
Meditando me metí muy adentro y llegué muy afuera. Era un paisaje desconocido a mis ojos, pero mío –creo que era yo. Verde en el pasto, en las copas de los mil árboles, incluso en sus troncos y hasta en el cielo. Las nubes envolvían el lugar filtrando la luz del día sin tiempo, detenido como cuadro en la pared, vivo y escurridizo como río verde.
Cuando llueve en la ciudad y camino a orillas de los rieles del tren, puedo verlo todo verde también. Hasta las piedritas empapadas que buscan sin cansancio brillar, tanto como el metal, plateado estridente, que lleva a cada estación.
No sé si es mi paisaje que pide salir y se filtra por mis ojos, rebota en las cosas y me vuelve a entrar. O son las cosas, que se me meten sin pedir permiso, y con una sonrisa las recibo, y las vuelvo propias.

Jueves 15 de octubre

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