viernes, 15 de febrero de 2019

Potencia

Hace un ratito subí a la terraza a colgar ropa. Y aunque el cielo estaba casi despejado, se escuchaban truenos. No muy fuertes, pero sí extensos. Como un ronroneo del cielo. Al bajar, el gato lloraba por comida. Alcé a upa el bolsón de 7 kilos, que ya debe andar por los 3, y recargué el tupper donde guardo pequeñas cantidades más maniobrables. Cada vez que lo hago, desparramo gran cantidad al piso, y como el piso siempre está sucio, me obsesiono pensando que si come de ahí se puede enfermar. Por ende, al menos media ración termina en el tacho. Vuelvo: estaba llenando el tupper, lentamente para no volcar, y el sonido era tal cual el de la lluvia. Más bien el de una tormenta. Y esa tormenta casi me hace llorar. Fue ahí cuando pensé que pelearme con el psicólogo fue una mala idea. Luego pensé que no fue una idea. Fue un hecho, una acción. Las ideas pueden ser muy potentes. Pero de los hechos no se vuelve. Ratito después, me reí de todo esto. Tampoco fue una idea, fue una risa, concreta. Y pensé que tranquila, que todo va a estar bien. Vivir como en una montaña rusa puede ser agotador, pero las montañas rusas están dentro de los parques de diversiones. Debería divertirme más, pienso. Pero es como si adentro de este, mi parque de diversiones, hubiera un sindicato, que pide dignidad para sus trabajadores –corazón estómago y demases: jornada de 8 horas y vacaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario